A veces consigues consuelo en las palabras, en los escritos de otros que nunca se fueron pero que bien expresan los vacíos y como hacemos para llenarnos de Venezuela en cada rincón que nos llevo el exilio…
<< 5 lecciones de unos gallegos que se fueron en la postguerra y no volvieron sino muchísimas décadas después, al final de sus vidas, cuando algunos les reclamaron que “no se habían quedado a luchar” o que “no reconstruyeron el país”:
1. No había comida suficiente en el pueblo. Que se fueran algunos alivió el abastecimiento para los demás.
2. Desde afuera se trabajó duro y se enviaron recursos. Sus familias y otras familias se beneficiaron de las remesas. Los ayudaron a mantenerse.
3. Se llevaron el país con ellos y supieron preservar lo bueno que habían sido y que la guerra había golpeado. Se lo llevaron con dolor y alegría, con morriña. Fueron embajadores de una identidad y una cocina. Fueron gente buena donde llegaron y por ellos los demás se hacían una idea de los orígenes. Una parte de Galicia y España hablaba a través de sus acciones.
4. Al volver, volvieron solventes. Volvieron con dinero para invertir, comprar y mejorar aún más la zona. Algunos además enviaron a sus hijos con experiencia y conocimientos, con dos identidades, con ganas de volver a tejer la piel rasgada de la separación.
5. Vieron mundo. Recorrieron, vivieron y amaron en muchos paisajes. Brindaron con otros vinos, hicieron amigos en otras lenguas, vieron que había tierra más allá del Cabo Fisterra y los barcos no se hundían en el horizonte. Mientras alguna de la gente que se quedó no dejó nunca de ser gente de pueblito, con sus limitaciones y una vida sencilla en la que nunca se supieron otros.
Así que volvieron y se fueron y volvieron varias veces más. Indecisos y preguntándose qué hacer. Porque cuando las cosas se hacen con el ímpetu de vivir, no hay exactamente un aquí ni un allá, hay un “marcho que tengo que marchar”>>